La verdadera educación y la formación integral existen cuando se desarrollan todas las capacidades inherentes al ser humano, entre las cuales se encuentra constitutivamente la capacidad transcendente. Así pues, el sentido transcendente de la vida -capacidad básica del individuo- está enraizado en lo más profundo del ser. El niño puede reconocerlo -según los niveles de aprendizaje propios de cada edad- en los símbolos y signos de su entorno, en las experiencias religiosas de sus mayores, en la cultura que se transmite en la escuela,...
En el universo cultural, que interiorizan los alumnos y que está definido por los saberes que ofrecen las demás disciplinas escolares, la enseñanza religiosa escolar deposita el fermento dinamizador del Evangelio y trata de alcanzar verdaderamente los demás elementos del saber y de la educación. Es por ello que la enseñanza religiosa pretende contribuir a la calidad de la educación con la propuesta y desarrollo de los conocimientos, valores y actitudes que conforman su currículo. En lo más profundo del ser cristiano surge el gran valor de la fraternidad universal, de ahí que las mínimas exigencias éticas de convivencia, participación, respeto a la diversidad sean consecuencias de la fe cristiana.
El currículo de la enseñanza de la religión católica constituye, pues, una síntesis básica y global del mensaje cristiano, adecuada a la edad del alumno, a las exigencias epistemológicas de la materia, a las expresiones culturales del entorno y a las demandas didácticas del sistema educativo. Se enmarca en un contexto histórico y social, incluye parte del gran acervo cultural y artístico que emana de la fe católica y de otras confesiones, y posibilita el análisis comparado de los contenidos en diálogo con la cultura de nuestro tiempo. Enraizada en lo más profundo del ser, el alumno va descubriendo la religión católica en los símbolos y signos de su entorno, en el progreso y humanización del propio ser humano, en el lenguaje narrativo de la Biblia, en los modelos cristianos de identificación y, particularmente, en la persona de Jesucristo y su presencia en la comunidad cristiana.
La formación religiosa y moral católica cuenta con una larga tradición en el sistema educativo español. Respondiendo a razones profundas de la institución escolar y a derechos humanos reconocidos por la Constitución española, el “Acuerdo Internacional suscrito entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales”, firmado el 3 de enero de 1979, establece los principios que garantizan la presencia en la escuela de la enseñanza religiosa. Además, la “Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación” confiere a la enseñanza de las religiones el tratamiento académico que les corresponde, por su importancia para el logro de la educación integral del alumno, según lo previsto en el artículo 27 de la Constitución Española. Así pues, conforme a nuestro ordenamiento jurídico, los padres tienen derecho a la formación religiosa y moral de sus hijos, según sus propias convicciones. Además, establece que la religión católica se incluirá como área o materia en todos los niveles educativos.